Portal de IVÁN DE JESÚS GUZMÁN LÓPEZ
(En construcción ...)
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La dulce remembranza de la Navidad
La Navidad es la época del año que más amo.
Iván de J. Guzmán López *
El Espectador, sábado, 22 de diciembre de 2007 http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones/Detalles.aspx?idNoticia=19595&idSeccion=117
Por esta fecha, mi espíritu se alegra sobremanera, hasta lo indecible, al recordar la dulzura que había en mi infancia —la misma que hoy perdura— por el cumpleaños de Cristo. ¡Cómo se alegraría el corazón si tuviera la suficiente inteligencia para escribir elogios de la Navidad! Y decir cómo era de hermosa aquella época y aquel pueblo y aquellos niños que me tocó en suerte compartir y vivir y disfrutar. Cómo se alegraría el corazón si tuviera palabras para describir el espíritu de la Navidad que había —por esas calendas— en las personas mayores y en los abrazos largos que me daba mi madre.
Por los tiempos de la Navidad, cuando los pueblos de Antioquia hermanaban los corazones de sus gentes con el almíbar de la solidaridad, el afecto y el amor, y Medellín era una villa apacible donde ricos y pobres se miraban a los ojos, hacían aparición las guirnaldas y los juegos y los bailes, y la alegría se tomaba los espacios (en especial los corazones, ¡cómo no!) y los niños demostrábamos nuestro contento por las cosas sencillas y amorosas. Todo parecía entonces más fácil, más dulce y más llevadero: el espíritu de la Navidad estaba por todas partes y realmente se sentía el mensaje de paz, que corría parejo por todo el vecindario a la par que los buñuelos, la natilla y los aguinaldos.
Ya estamos en Navidad —¡cómo pasa el tiempo, Dios mío!, es lo menos que podemos exclamar—. Todo esplende, todo es alegría, aun en el corazón más duro y en los ojos más fríos. Como parte del milagro de la Navidad se reaviva la fe, las luces se encienden, la oración aflora y los niños apremian —como ayer— por hacer el pesebre o levantar el árbol de Navidad. Ha pasado el tiempo; he sido, sucesivamente, nieto, hijo y padre. Qué bueno es sentir que pasados tantos años entre mi tránsito de nieto a padre, sigue vivo el espíritu de la Navidad. ¡Qué bueno volver a tener, en mi antigua alma de niño, como en épocas pasadas, una Navidad feliz. ¡Y en Paz!
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* Columnista y colaborador de periódicos y revistas de Medellín.
La Navidad es la época del año que más amo.
Iván de J. Guzmán López *
El Espectador, sábado, 22 de diciembre de 2007 http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones/Detalles.aspx?idNoticia=19595&idSeccion=117
Por esta fecha, mi espíritu se alegra sobremanera, hasta lo indecible, al recordar la dulzura que había en mi infancia —la misma que hoy perdura— por el cumpleaños de Cristo. ¡Cómo se alegraría el corazón si tuviera la suficiente inteligencia para escribir elogios de la Navidad! Y decir cómo era de hermosa aquella época y aquel pueblo y aquellos niños que me tocó en suerte compartir y vivir y disfrutar. Cómo se alegraría el corazón si tuviera palabras para describir el espíritu de la Navidad que había —por esas calendas— en las personas mayores y en los abrazos largos que me daba mi madre.
Por los tiempos de la Navidad, cuando los pueblos de Antioquia hermanaban los corazones de sus gentes con el almíbar de la solidaridad, el afecto y el amor, y Medellín era una villa apacible donde ricos y pobres se miraban a los ojos, hacían aparición las guirnaldas y los juegos y los bailes, y la alegría se tomaba los espacios (en especial los corazones, ¡cómo no!) y los niños demostrábamos nuestro contento por las cosas sencillas y amorosas. Todo parecía entonces más fácil, más dulce y más llevadero: el espíritu de la Navidad estaba por todas partes y realmente se sentía el mensaje de paz, que corría parejo por todo el vecindario a la par que los buñuelos, la natilla y los aguinaldos.
Ya estamos en Navidad —¡cómo pasa el tiempo, Dios mío!, es lo menos que podemos exclamar—. Todo esplende, todo es alegría, aun en el corazón más duro y en los ojos más fríos. Como parte del milagro de la Navidad se reaviva la fe, las luces se encienden, la oración aflora y los niños apremian —como ayer— por hacer el pesebre o levantar el árbol de Navidad. Ha pasado el tiempo; he sido, sucesivamente, nieto, hijo y padre. Qué bueno es sentir que pasados tantos años entre mi tránsito de nieto a padre, sigue vivo el espíritu de la Navidad. ¡Qué bueno volver a tener, en mi antigua alma de niño, como en épocas pasadas, una Navidad feliz. ¡Y en Paz!
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* Columnista y colaborador de periódicos y revistas de Medellín.